Durante ese mismo invierno se habló mucho en Brattahlid acerca de partir en busca de Vinlandia, donde, se decía, había excelentes tierras por ocupar.
A resultas de ello, Karlsefni y Snorri Thorbrandsson aparejaron su nave y se aprestaron a salir en busca de Vinlandia aquel verano.
Bjarni Grimolfsson y Thorhall Gamlason decidieron sumarse a la expedición con su propio barco y con la tripulación que habían traído de Islandia.
Había un hombre llamado Thorvard, que era el yerno de Eirik el Rojo.
Había otro hombre llamado Thorhall, que era conocido por el nombre de Thorhall el Cazador; había estado al servicio de Eirik durante largo tiempo, ocupándose de cazar para él en verano, y de otros muchos cometidos.
Era un hombre inmenso, moreno y tosco. Cada vez más viejo, malhumorado y marrullero, casi siempre taciturno, pero deslenguado cuando hablaba, fue siempre un busca ruidos.
No había tenido mucho trato con el cristianismo desde la llegada de éste a Groenlandia.
No era muy popular, pero él y Eirik habían sido siempre buenos amigos.
Acompañó a Thorvald, el hijo de Eirik, y a los otros porque había pasado por la experiencia de recorrer más de una región salvaje.
Disponían del barco que Thorbjorn Vifilsson había traído de Islandia, y cuando se unieron a
Karlsefni los groenlandeses formaban el grupo más numeroso de la tripulación.
Un total de ciento sesenta personas iba a tomar parte en aquella expedición.
Marcharon primero hacia la Colonia Occidental. Luego fueron a Bjarneyjar (Islas del Oso).
Desde allí navegaron delante de un viento del norte, y después de dos días en el mar avistaron
tierra, decidieron explorarla, y se dirigieron a ella remando en sus botes.
Hallaron allí muchas lajas tan grandes que dos hombres con los pies enfrentados hubieran podido dormir sobre ellas.
Entre los animales de aquellas tierras, eran los zorros los que más destacaban por su número.
Dieron nombre a aquel país, y lo llamaron Helluland (Tierra de Piedras Llanas).
Desde allí navegaron otros dos días con viento norte, hasta que avistaron tierra a proa; era un
país densamente arbolado, y en él abundaban los animales.
Había una isla hacia el sureste donde encontraron osos, por lo que la llamaron Bjarney (Isla del
Oso).
También dieron nombre a la arbolada de tierra firme, Markland (Tierra de Forestas).
Dos días después volvieron a avistar tierra, y hacia ella mantuvieron el rumbo; era un promontorio aquello a lo que se acercaban.
Viraron para bordear el litoral, dejando la tierra a estribor.
Era una costa abierta y no ofrecía puerto natural alguno, sino largas playas y arenales.
Fueron a tierra en sus botes y encontraron la quilla de un barco y por ello dieron el nombre de
Kjalarnes (Cabo de la Quilla) a aquel lugar.
Llamaron Furdustrandir (Riberas Maravillosas) a esa parte de la costa, por lo mucho que habían tardado en recorrerla.
De pronto el litoral mostró, los dientes y hubo entonces bahías; los viajeros entraron en una de
ellas.
Tiempo atrás, cuando Leif Eiriksson compareció ante el rey Olaf Tryggvason y éste le pidió que
predicase el cristianismo en Groenlandia, el propio rey le dio una pareja de escoceses, un hombre llamado Haki y una mujer llamada Hekja.
El rey le dijo a Leif que los empleara especialmente en aquellas misiones que requiriesen la mayor celeridad, ya que podían correr más velozmente que los ciervos.
Leif y Eirik se los habían cedido a Karlsefni para aquella expedición.
Cuando las naves hubieron sobrepasado Furdustrandir, los dos escoceses fueron bajados a tierra y les mandaron correr en dirección sur para explorar el país y los recursos que ofrecía, y que volvieran antes de que hubiera acabado el tercer día.
Llevaban sendos «bjafal» por vestido; el «bjafal» tenía una capucha y aberturas en los costados, carecía de mangas y se abrochaba entre las piernas con un lazo y un botón.
Echaron anclas allí y se quedaron esperando, y a los tres días los escoceses volvieron corriendo a la orilla; uno de ellos traía algunos racimos de uvas, y el otro unas pocas espigas de trigo silvestre.
Dijeron a Karlsefni que creían que habían dado con una buena tierra.
Fueron conducidos a bordo, y reemprendieron la navegación hasta llegar a un fiordo, en el que
entraron con sus naves.
En su embocadura había una isla alrededor de la cual fluían muy poderosas corrientes, y por ello la llamaron Straumsey (Isla de las Corrientes).
Había allí tantos pájaros que uno apenas podía plantar el pie entre sus huevos.
Los marinos siguieron fiordo adentro, y lo llamaron Straumfjord (Fiordo de la Corriente),
descargaron sus barcos y dispusieron lo necesario para establecerse allí.
Habían llevado con ellos ganado de todas clases, y miraron en torno para ver qué les podía
proporcionar la naturaleza.
Había montañas y el país era hermoso de contemplar, pero a ellos no les interesaba nada sino
explorarlo.
La hierba, muy alta, crecía por doquier.
Pasaron allí aquel invierno, que resultó ser un invierno muy duro; durante el verano no habían
hecho acopio de víveres para mejor afrontarlo, y ahora andaban escasos de comida y faltaba la
caza.
Se trasladaron a la isla con la esperanza de que les ofreciera caza, o alguna ballena
embarrancada, pero allí había poca comida que encontrar, salvo para el ganado.
Entonces rogaron a Dios que les enviara algo que comer, pero la respuesta no llegó tan
prontamente como ellos hubieran deseado.
Entretanto, Thorhall el Cazador desapareció y salieron en su busca.
Lo buscaron durante tres días, y al cuarto Karlsefni y Bjarni lo localizaron en lo alto de un farallón.
Miraba fijamente al cielo, muy abiertos los ojos, la boca y las ventanas de la nariz, y se arañaba, se pellizcaba y murmuraba.
Le preguntaron qué estaba haciendo allí; él replicó que no era asunto suyo, y les dijo que no
debían sorprenderse, y que ya tenía edad suficiente como para cuidar de sí mismo sin su ayuda.
Le instaron a que volviera a casa con ellos y así lo hizo.
Un poco más tarde, embarrancó una ballena y se apresuraron a descuartizarla.
Nadie fue capaz de decir qué clase de ballena era, ni siquiera Karlsefni, que conocía a fondo estos animales.
Los cocineros cocieron la carne, pero en cuanto los hombres la hubieron comido cayeron
enfermos.
Entonces Thorhall el Cazador se adelantó y dijo:
«¿Acaso no se ha manifestado Barbarroja con más poder que vuestro Cristo?
Ésta es la recompensa que recibo por haber compuesto un poema para mayor gloria de Thor, mi patrón; él me ha fallado pocas veces».
Cuando los otros comprendieron el significado de lo que decía se negaron a volver a comer la
carne de la ballena, y la arrojaron desde un acantilado y se encomendaron a Dios.
Entonces el tiempo les concedió una tregua que les permitió salir de pesca, y después de aquello
no hubo más escasez de alimentos.
En primavera regresaron a Straumfjord e hicieron acopio de víveres: caza de tierra firme, huevos de la isla y peces traídos del mar.
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